viernes, 29 de julio de 2011

El Pan de la Justicia


Evangelio según San Mateo 14,13-21.
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.

Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos". Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos". Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados". "Tráiganmelos aquí", les dijo. Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.

Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
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Hay una canción de bendición de los alimentos que dice así: “bendecidnos Señor, bendecid esta mesa, y esta comida nuestra y da también el pan al que no lo tiene… así sea”. Me cuestiona la última parte de la antífona citada: “da también el pan a quien no lo tiene”, aunque en principio es un buen deseo y una oración legítima que podemos hacer a Dios, al mismo tiempo se corre el riesgo de desentenderse del problema, dejándoselo exclusivamente a Dios. El evangelio que escucharemos en la liturgia de este domingo, una gran muchedumbre sigue a Jesús para escucharlo. Pero cae la tarde y están en un despoblado, lejos de los pueblos, así que con prudencia sus discípulos más cercanos le recomiendan que los despida para que cada uno vele por su alimentación. La respuesta de Jesús descoloca a sus colaboradores: “no es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos”. El problema no es solamente que no tengan nada para darles, aunque en realidad si tenían algo (cinco panes y dos pescados) que pensaban seguramente comer ellos con el maestro, sino que los obliga a comprometerse con la muchedumbre, y por lo tanto dejar su posición de comodidad…”Señor, da también tú el pan al que no lo tiene”. Hoy como ayer, la respuesta de Jesús es la misma: “denles de comer ustedes mismos”.


Mañana iniciaremos el mes de agosto, llamado el mes de la solidaridad en Chile, en homenaje al padre Hurtado. Es un momento para revisar no sólo como vivimos nuestra dimensión solidaria, sino de ir más de fondo y preguntarnos que entendemos por solidaridad: solamente dar “limosna”, de lo que nos sobra, y una manera de limpiar nuestro closet, y tranquilizar nuestras conciencias, o de una manera más integra, y completa como la entendía el padre Hurtado, y el mismo Jesús, es decir dar-se uno mismo, comprometiéndose con la causa de la justicia social, y construyendo una sociedad más humana, donde prime el ser humano por sobre los intereses económicos.


El gran milagro de la multiplicación de los panes, no fue un acto de magia de Jesús de hacer aparecer más panes y peces, sino de cambiar la mentalidad no sólo de los discípulos, sino de todos aquellos que llevaban algo para comer para ellos mismos, y que lo pusieron en común, de manera que alcanzó para toda aquella muchedumbre que escuchaba a Jesús.


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