viernes, 28 de octubre de 2011

Con los criterios de Jesús


Evangelio según san Mateo (23,1-12)

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

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Los últimos domingos los evangelios nos han mostrado las distintas polémicas de Jesús con los grupos religiosos y políticos de su época: herodianos, fariseos, saduceos y escribas. El texto de este domingo, ya no es una polémica específica, sino una apreciación general dirigida a sus discípulos y a la multitud que lo acompañaba sobre estos grupos y de cómo debe ser la actitud de sus discípulos.

Reconoce la autoridad que tienen los fariseos y escribas por ocupar la cátedra de Moisés, y que lo que enseñan es correcto, pero sus obras desdicen su enseñanza, ya que colocan cargas pesadas a otros, sin ellos cargarlas.

Pero por sobretodo hay una critica a los títulos que ellos se colocan y de la ostentación que hacen de ellos: doctores, padres y maestros. Jesús enseña a sus discípulos a no dejarse llevar por esta vanagloria de los títulos, ya que uno sólo es el Maestro que es Cristo, uno sólo es nuestro Padre que es el Padre celestial, y nuestro único doctor es el mismo Cristo.

Tantas veces también nosotros, podemos caer en la tentación de colocar los títulos por delante de la personas. Se puede hacer acepción de personas, según grados, títulos, cargos, etc., olvidando que por sobre todo lo más importante es que todo ser humano es persona, hijo de Dios y hermano nuestro. Nuestra valoración de las personas la hacemos desde el misterio de la encarnación de Cristo, que se hizo uno de nosotros para mostrarnos la dignidad de todo ser humano.

Por eso la postura del discípulo de Jesús en el mundo es distinta, y no puede guiarse por criterios de este mundo, sino que tiene que ser capaz de liberarse de ellos, para mirar todo con la mirada de Dios, teniendo los mismos sentimientos de Cristo, que nos enseña que “el mayor entre ustedes será el que los sirve, porque el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado”.

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