viernes, 7 de octubre de 2011

Invitados a la Mesa del Señor


Evangelio según San Mateo 22,1-14.

Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.

De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'.

Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. 'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos".
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En el evangelio de este domingo, Jesús presenta el Reino de los cielos como un banquete de bodas preparado por un padre para el matrimonio de su hijo. La imagen del banquete nupcial, como un momento de alegría, de intimidad y de celebración, es muy significativo para entender que la esperanza cristiana en la vida eterna está inundada de felicidad.


Todo está preparado de la mejor manera para recibir a los invitados, el Padre se ha esmerado para preparar la mejor cena y así recibir a todos. Envía a sus servidores a llamar a los invitados, es decir llama a quienes ya han sido previamente invitados. Es la fatiga de Dios de buscar al ser humano, de salir a su encuentro para compartir con ellos la dicha el banquete de su Hijo. Pero ante la negativa respuesta de aquellos que estaban invitados a asistir a las bodas el Padre no se desanima, y manda una vez más a sus servidores ahora a los caminos a invitar a todos los que encuentren, todos pueden entrar en el banquete del Reino de Dios, sin embargo para estar en él se debe estar preparado, y por eso el Padre repara en un hombre que no está con traje de fiesta, es decir, no se ha dispuesto convenientemente para la fiesta a la que ha sido invitado.


Nosotros somos también llamados por el Señor a su fiesta, y al banquete de la Eucaristía. ¿Me siento llamado a estar en comunión con Jesús?. ¿Me preparo convenientemente para este encuentro dominical con él?. Que podamos sentir en nuestro interior cada uno de nosotros la invitación de Dios a vivir cada día más cerca de Él, reconocer a Jesús vivo y presente en la Eucaristía, y en la vida de los hermanos. El Señor tiene la Mesa preparada para nosotros, la ha preparado con cariño y ahora nos invita a sentarnos en ella. Una mesa grande y para todos. ¿Cómo respondo a su invitación?.


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