miércoles, 8 de febrero de 2012

Tocados por Jesús


Evangelio según San Marcos 1,40-45.
Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".

Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
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El evangelio de este domingo, nos narra uno de los primeros milagros de Jesús: la sanación de un leproso. Se acerca un leproso a Jesús y le pide ser sanado de su enfermedad, “Señor, si quieres puedes purificarme”. Jesús se compadece del sufrimiento de este hombre considerado impuro en la sociedad de su época, le extiende su mano y tocándolo lo purifica, “Lo quiero”, le responde Jesús. Es interesante el diálogo que se produce entre el Señor y el hombre enfermo, es un diálogo marcado por el querer, es el diálogo de la oración entre el querer humano y el querer de Dios. La confianza del leproso, es una confianza de oración, es confianza en Dios, y en las maravillas que puede realizar en nosotros, si así lo queremos.

Jesús se compadece del hombre, es decir se hace parte del dolor del leproso, la compasión de Jesús, es el amor de Dios por la humanidad que sufre con los dolores del mundo y de cada uno de los seres humanos y nos invita a nosotros a ser también compasivos con los sufrientes y con los que son discriminados. Todo acto humanitario es siempre un acto divino, porque Dios mismo ha querido asumir nuestra humanidad para redimirla. Jesús se acerca al leproso rompiendo no sólo la barrera de la enfermedad, sino también de la discriminación que existía hacia esas personas.

El hombre, ya purificado, sale a anunciar lo que Dios ha hecho por él. Proclama a Jesús como el Señor, no solamente que lo ha purificado, sino la Palabra de Jesús, se ha transformado en un misionero del Señor. Sentirse tocado y purificado profundamente por el Señor Jesús nos transforma en discípulos misioneros de Él. Sintámonos nosotros tocados y enviados por Jesús a compartir su misión.


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