Como hemos dicho en un artículo anterior, septiembre es el mes de la Biblia por san Jerónimo que celebramos hoy 30 de septiembre. Es por esto que en este día ofrecemos a ustedes, las dos últimas partes sobre estos elementos básicos, para una mejor comprensión de la Biblia.
¿Cómo se formó la
Biblia?. El Canon.
Tomaremos un nuevo aspecto para entender la Biblia. Recapitulemos
lo que hemos avanzado hasta ahora: Primero vimos criterios básicos de lectura
bíblica, después vimos el autor sagrado y la inspiración.
Ahora veremos el “Canon” de la Sagrada Escritura. Se entiende por
Canon, el catalogo o lista de libros que contienen los preceptos de la fe. En
ocasiones escuchamos quienes dicen seguir sólo la Biblia, dejando a un lado las
Iglesias en general. Ante esto no podemos preguntar: ¿Quién determinó que
libros entran al “canon” de la Biblia?. El Espíritu Santo guió a la Iglesia a
la fijación del canon. Un libro es canónico porque la Iglesia lo reconoce
inspirado por Dios. (como estudiamos antes).
El Canon es, entonces, el conjunto de libros inspirados y que
contienen por tanto la revelación histórica de Dios en Jesucristo, la verdad de
Dios revelada para nuestra salvación. Por lo que la Iglesia custodia este
depósito de la fe, a través de los siglos, con altos y bajos, por medio de la
Tradición y del Magisterio.
La
interpretación de la Biblia
Daremos finalmente algunas pinceladas sobre la interpretación
bíblica, después de el recorrido hecho hasta ahora.
Los principios de la interpretación bíblica católica, se
encuentran en la Dei Verbum
(documento del Concilio Vaticano II). Ahí se nos dice, que: Dios ha hablado en
la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, por lo que hay que
entender los géneros literarios usados. Además la Sagrada Escritura hay que
leerla e interpretarla en el mismo Espíritu en que fue escrita, por lo que hay
que poner atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura, teniendo en
cuenta, además, la Tradición viva de toda la Iglesia.
La Biblia, entonces, la entendemos como Palabra de Dios, pero
también como palabras de hombres, que inspirados por Él nos han transmitido el
mensaje de Salvación, especialmente en la Revelación de su Hijo Jesucristo,
nuestro Señor y Redentor.
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