Queridos
hermanos y hermanas:
La Iglesia en Chile desde hace varias décadas dedica
dentro del mes de octubre una semana a la familia. Esto, básicamente, por la
importancia que ella tiene en la vida de cada persona, para la Iglesia y para
la sociedad entera.
El Papa Juan Pablo II nos regaló en el año 1981 una
exhortación apostólica, fruto de un Sínodo dedicado a la familia, que desde esa
fecha hasta hoy ha sido la “carta Magna” de la Iglesia sobre la familia: “Familiaris consortio”. En ella el Papa
confirmaba una perspectiva pastoral referente a la familia que es importante no
olvidar para mejorar nuestra atención pastoral hoy a las familias. El objeto de
la pastoral familiar debe convertirse cada vez más en un sujeto activo y
creativo. Con esta luz el Papa nos presentaba cuatro tareas fundamentales de la
familia, que la Iglesia misma hasta la fecha no había podido expresar de una
manera tan completa y articulada.
La primera y fundamental tarea es aquella de “ser”
familia, de vivir la propia identidad de comunidad estable de personas en el
pleno respeto de todos sus miembros: de la mujer, del hombre, de los hijos, de
los abuelos.
El servicio a la vida considerado en su doble momento,
en la trasmisión de la vida y en la educación de los hijos.
La participación en el desarrollo de la sociedad
recibe un nuevo impulso en el documento. Ser, en palabras de Aparecida,
“discípulos misioneros de Cristo luz del mundo”
La participación en la vida y misión de la Iglesia es
considerada en la perspectiva de la familia “Iglesia doméstica”, como lo había
señalado el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et spes, es decir, como lugar en que se vive la fe y se
evangeliza; en que se dialoga con Dios y se ayuda a la santificación recíproca,
en que se aprende a abrirse a los demás para que los esposos y la familia sepan
evangelizar a otros esposos y otras familias y servir a todos los hombres y
mujeres.
En esta perspectiva todas las familias cristianas
están llamadas a colaborar con el Señor, haciéndose cargo de la atención de las
familias heridas, acompañándolas en la vida de fe de la comunidad. Cada día es
necesario que crezca en todos nosotros la conciencia de que es clave una
acogida fraterna y atenta, en el amor y la verdad. La comunidad debe estar
siempre abierta y disponible para acoger y alentar a todos aquellos hermanos
que por diversos motivos, sus matrimonios se han roto, para que cada vez más
desarrollen su pertenencia a Cristo y a su Iglesia con la oración, la escucha
de la Palabra de Dios, la participación en la liturgia, la educación de sus
hijos, la caridad, el servicio a los pobres y necesitados, el compromiso por la
paz y la justicia.
En estos días comienza en Roma la segunda parte del
Sínodo de los Obispos sobre la familia convocado por el papa Francisco. Les
invito a que junto con participar en las actividades de esta semana organizadas
por la diócesis y por sus parroquias o colegios, oren por la familia y por este
sínodo para que el trabajo y oración de estos días, de frutos de vida y
esperanza, para vivir como familia en los tiempos actuales.
Les bendice con afecto de pastor,
Ignacio Ducasse Medina
Obispo de Valdivia
Valdivia, 04 de
octubre de 2015.
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