lunes, 5 de octubre de 2015

El amor de Dios nace, vive y se comparte en Familia







Queridos hermanos y hermanas:

La Iglesia en Chile desde hace varias décadas dedica dentro del mes de octubre una semana a la familia. Esto, básicamente, por la importancia que ella tiene en la vida de cada persona, para la Iglesia y para la sociedad entera.

El Papa Juan Pablo II nos regaló en el año 1981 una exhortación apostólica, fruto de un Sínodo dedicado a la familia, que desde esa fecha hasta hoy ha sido la “carta Magna” de la Iglesia sobre la familia: “Familiaris consortio”. En ella el Papa confirmaba una perspectiva pastoral referente a la familia que es importante no olvidar para mejorar nuestra atención pastoral hoy a las familias. El objeto de la pastoral familiar debe convertirse cada vez más en un sujeto activo y creativo. Con esta luz el Papa nos presentaba cuatro tareas fundamentales de la familia, que la Iglesia misma hasta la fecha no había podido expresar de una manera tan completa y articulada.

La primera y fundamental tarea es aquella de “ser” familia, de vivir la propia identidad de comunidad estable de personas en el pleno respeto de todos sus miembros: de la mujer, del hombre, de los hijos, de los abuelos.

El servicio a la vida considerado en su doble momento, en la trasmisión de la vida y en la educación de los hijos.

La participación en el desarrollo de la sociedad recibe un nuevo impulso en el documento. Ser, en palabras de Aparecida, “discípulos misioneros de Cristo luz del mundo”

La participación en la vida y misión de la Iglesia es considerada en la perspectiva de la familia “Iglesia doméstica”, como lo había señalado el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et spes, es decir, como lugar en que se vive la fe y se evangeliza; en que se dialoga con Dios y se ayuda a la santificación recíproca, en que se aprende a abrirse a los demás para que los esposos y la familia sepan evangelizar a otros esposos y otras familias y servir a todos los hombres y mujeres.

En esta perspectiva todas las familias cristianas están llamadas a colaborar con el Señor, haciéndose cargo de la atención de las familias heridas, acompañándolas en la vida de fe de la comunidad. Cada día es necesario que crezca en todos nosotros la conciencia de que es clave una acogida fraterna y atenta, en el amor y la verdad. La comunidad debe estar siempre abierta y disponible para acoger y alentar a todos aquellos hermanos que por diversos motivos, sus matrimonios se han roto, para que cada vez más desarrollen su pertenencia a Cristo y a su Iglesia con la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la liturgia, la educación de sus hijos, la caridad, el servicio a los pobres y necesitados, el compromiso por la paz y la justicia.

En estos días comienza en Roma la segunda parte del Sínodo de los Obispos sobre la familia convocado por el papa Francisco. Les invito a que junto con participar en las actividades de esta semana organizadas por la diócesis y por sus parroquias o colegios, oren por la familia y por este sínodo para que el trabajo y oración de estos días, de frutos de vida y esperanza, para vivir como familia en los tiempos actuales.

Les bendice con afecto de pastor,



Ignacio Ducasse Medina
                                                                                   Obispo de Valdivia

Valdivia, 04 de octubre de 2015.


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