lunes, 10 de octubre de 2016

Jesús, el Salvador



En su camino a Jerusalén, le salen al encuentro a Jesús, diez leprosos que le imploran su compasión (Lc 17,11-19). En este Año Santo de la Misericordia queremos resaltar precisamente los encuentros, palabras y acciones en que Jesús muestra su misericordia y compasión. A los leprosos los envía a que se presenten a los sacerdotes. Según la Ley de Moisés, cuando alguien recibía el don de la sanación de alguna enfermedad, debía presentarse ante los sacerdotes, para que certificarán su curación.

Ellos se sanan mientras van de camino. Este es un simbolismo importante para la vida cristiana, el camino, es una imagen de la vida, en la que somos siempre peregrinos por esta tierra, y en donde encontramos a Dios, que sale a nuestro encuentro.

Todos quedaron sanos, pero uno de ellos al verse sano, volvió atrás agradeciendo a Dios. Este era un samaritano. Así como el hijo pródigo de la parábola del Padre misericordioso, se vuelve en sí mismo, y vuelve atrás, también este hombre al verse libre de la enfermedad vuelve a Jesús, dando gracias a Dios.

Ya no solamente está delante de Jesús por la necesidad de curación de la enfermedad, pidiendo su compasión en el sufrimiento. Este hombre samaritano ha dado un paso más: Reconoce al Jesús, no sólo como un Maestro, como lo habían llamado primero, sino como al Hijo de Dios y sus salvador. El hombre sanado, se postra delante de Jesús reconociendo en este gesto la divinidad del Señor. Y Jesús le dice: “levántate y vete, tú fe te ha salvado”. Ya no sólo es la curación externa, sino la salvación que recibe al reconocer a Jesús, como su maestro, Señor y Salvador.

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