(Que el siervo de Dios, Mons. Enrique Alvear -obispo de los pobres- interceda para que el Papa Francisco tome las mejores decisiones para la Iglesia en Chile)
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“Ven, Espíritu Santo…ven a darnos tus dones…Lava nuestras manchas,
riega nuestra aridez, sana nuestras heridas”. Así reza la secuencia de
Pentecostés, que se leerá este domingo. En esta hora histórica de nuestra
Iglesia chilena, nos sentimos con sentimientos de renovada esperanza. El Señor
trae a sus discípulos la paz (Jn 20,19-23), para vencer los miedos y llenarlos
de alegría, así también nosotros debemos sentirnos con una alegre esperanza por
lo que el Espíritu Santo obra en su Iglesia.
Queremos mirar el mundo con los ojos de Jesús, desde los pequeños,
desde las víctimas, de los que están al margen del camino. Con humildad, con
sinceridad y desde la verdad. El Espíritu Santo nos impulsa a reconocer a Jesús
como nuestro Señor (1Cor 12,3-4), Él debe ser –como lo ha recordado el Papa- el
centro de la misión de la Iglesia, no el “mesianismo”, el “elitismo”, ni el
“clericalismo”, que tanto daño han hecho.
Los obispos chilenos han presentado su renuncia al Papa Francisco,
este gesto debe ser el inicio de una conversión de la jerarquía de la Iglesia
chilena, una renovación de pastores que nos ayuden en la misión evangelizadora.
Queremos ser una Iglesia más profética, más de Cristo, que acompañe los
procesos de su pueblo, más abierta de verdad a la participación de la mujer en
las decisiones, porque fue una mujer, María, la que cantó esa acción de
gracias, que hoy nos produce tanto sentido: “derribó a los poderosos de sus
tronos y enalteció a los humildes” (Magnificat,
Lc 1,52).
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