Cada día nos vemos enfrentados a distintas situaciones personales,
familiares, comunitarias o de tipo más general (político, social, etc), frente
a las cuales debemos tomar posturas o decisiones. Al mismo tiempo al tener
acceso a tanta información, lleva a que perdamos en profundidad ante los temas,
que nos puede llevar a opiniones temerarias y precipitadas. Esto provoca
conflictos y malos entendidos, que dañan las relaciones personales y cívicas en
una comunidad.
La tradición católica va a colocar a la prudencia como la virtud
propia de la razón práctica (Sto. Tomás de Aquino), lo cual no significa ser
inoperante y falto de decisión, sino de ver el conjunto de las situaciones,
escuchar y decidir con justicia. Es por lo tanto la virtud principal que se
espera de quienes tienen la responsabilidad de presidir, gobernar y de ejercer
la justicia, tanto a nivel político, social y eclesial.
Jesús hace notar con la parábola de la Higuera (Mc 13, 24-32), que
así como al verla se percibe si hay cambio de la temporada invernal a la
estival, así también tengamos la capacidad para leer los signos de los tiempos.
Hay que estar atentos a la Palabra de Dios, pero
debemos estar atentos también a las realidades de nuestro entorno. Ambas deben
ir unidas, analizar lo que pasa en nuestra vida y en la sociedad a la luz de la
Palabra. No se puede hacer una lectura de la Palabra de Dios intimista y
espiritualista, sino que se debe hacer una lectura profunda y encarnada que
trasforme mi vida y del mundo en que vivimos.
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