viernes, 24 de mayo de 2019

Diálogo y apertura




Lectura de los Hechos de los Apóstoles  15, 1-2. 22-29
Algunas personas venidas de Judea a Antioquía enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse. A raíz de esto, se produjo una agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros.
Entonces los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos, y les encomendaron llevar la siguiente carta:
Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje.
El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós.
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La primera lectura de este domingo tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles (15,1-2.22-29). Recuerda uno de los primeros conflictos en la naciente Iglesia: Aquellos que se convertían a la fe cristiana, ¿debían cumplir necesariamente con los ritos judíos?, especialmente con la circuncisión que era considerado el signo de la Alianza del pueblo con Dios. Habían algunos que sostenían que sí, pero otros como Pablo y Bernabé pensaban que lo importante era creer en Cristo Resucitado, y por lo tanto no se podía obligar a quienes no eran de origen judío a pasar por los ritos de la antigua alianza para ser cristianos.

Tras muchas discusiones y discursos de uno y otro lado, y de un diálogo abierto y de una gran apertura al Espíritu Santo, se decidió que no era necesaria la circuncisión para los no-judíos, pero que sí debían cumplir algunas cosas que les parecían indispensables, en especial en relación al consumo de animales que habían sido ofrecido a los ídolos.

Aunque predominó la tendencia de Pablo y de Bernabé, de no imponer los ritos antiguos a los nuevos cristianos, también quedaron algunas disposiciones como señalamos antes. La enseñanza que nos deja a nosotros para hoy, es la importancia del diálogo de verdad, donde se escuchan y se manifiestan las posiciones en forma abierta y sincera. Que se puede llegar a acuerdos, sin tener que imponer una visión sobre la otra y por lo tanto, estas conclusiones se consideran válidas para quienes la reciben. Nos preguntamos: ¿este es el modelo que vivimos como sociedad, como país?. ¿Vivimos esto en la Iglesia y en nuestras comunidades parroquiales?.

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