sábado, 23 de abril de 2011

Reflexión del Sábado Santo

A continuación una colaboración del p. Manuel Hurtado (padre Yaco) compañero y amigo de México


SÁBADO SANTO

El misterio esencial del sábado santo es la ausencia del Señor. La Iglesia se encuentra en espera de la resurrección del esposo. El Señor ha ocultado su rostro; ha sustraído su presencia; el Señor está ausente; el Señor misteriosamente está muerto. Esto es lo que le distingue de cualquier otro momento de la vida terrestre y celeste de Jesús.

En el A.T. Cristo no estaba. En su vida terrestre estaba con nosotros; estaba físicamente con los hombres. En su vida celeste, como resucitado, está presente en medio de la iglesia y del mundo, y más frecuentemente por el poder del Espíritu Santo. Pero misteriosamente muerto no afirma ni su presencia terrestre ni su presencia celeste. El Señor está ausente, está muerto y litúrgicamente esta ausencia se presenta como: la privación de la Eucaristía. Es imposible la eucaristía por que el Señor no está. Este es el único día del año en que no se celebra la Misa en ninguna parte del mundo, porque Jesús está muerto.

La experiencia del vacío: cuando se muere un ser querido, decimos que nos ha dejado un vacío que no se puede llenar; este vacío es sobrecogimiento, silencio, ayuno y misterio. La actitud ante este misterio es la quietud.

Hay que permanecer sobrecogidos ante la ausencia del Señor. Este es un buen día para pensar en lo que significa que Dios no esté con nosotros. Es una buena oportunidad para revisar nuestra vida con Dios. ¿Cuántas veces somos nosotros los que lo abandonamos? ¿Cuántas veces hemos dejado solo al Señor Jesús?

Hoy Jesús nos deja solos. No por su voluntad, sino porque está muerto.

La muerte de Jesús causa controversia a los creyentes: ¿Cómo puede morir si es Dios? ¿Cómo puede morir el que es inmortal?

Sólo puede ser entendida esta muerte en el contexto de la Salvación que Jesús nos ofrece. Sólo es posible entender que Dios permitiera que a su Hijo le pasara algo así porque era necesario que así sucediera para borrar nuestros pecados y alcanzarnos la salvación. Sin muerte no hay resurrección, y sin resurrección no hay vida eterna.

Jesús nos gana la vida eterna muriendo por nosotros.

Este día contemplamos la muerte de Jesús. Una muerte que nos causa, por un lado, tristeza, y por otro, alegría.

Tristeza porque no es posible que un inocente tenga que sufrir tanto. Tristeza porque la causa de esa muerte son mis pecados. Tristeza porque el mal ha llegado muy lejos.

Pero alegría porque esa muerte me confirma el inmenso amor que Dios me tiene. Alegría porque sé que Cristo saldrá vencedor. Alegría porque esa muerte me traerá la salvación y la vida eterna.

Este día sábado, al caer la noche vamos a celebrar la Vigilia Pascual. La celebración de la Vigilia Pascual es la más importante fiesta del año cristiano. Es la noche santa, es la noche larga, es la noche victoriosa. Cristo Resucita en la madrugada del domingo. Pero no queremos esperar, no podemos quedarnos en casa. Desde la noche del sábado vamos celebrando el triunfo de Jesús. Desde esta noche vamos cantando la victoria del Señor.

La Vigilia de Resurrección tiene muchos elementos interesantes y significativos que nos ayudan a entender lo que celebramos: la luz, el agua, los cantos, especialmente el Gloria y el Aleluya, son signos de que el Señor ha resucitado. De que Cristo está presente con nosotros. De que no se quedó en la tumba.

Vivamos este día inmersos entre la tristeza de la muerte y el gozo de la Resurrección.

Su amigo

Padre Yaco

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