viernes, 1 de junio de 2012

Enviados a la Misión

Evangelio: Mt 28,16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

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Celebramos este domingo en la Iglesia la Solemnidad de la Santísima Trinidad: Padre , Hijo y Espíritu Santo, tres personas, pero un solo Dios no más, como se rezaba antiguamente.

El texto que se nos propone para nuestra meditación, es el final del evangelio según san Mateo (Mt 28, 16-20), es el envío misionero de Jesús a sus discípulos y la promesa de estar hasta el final de los tiempos. Es el Señor Resucitado quien ha convocado a sus once discípulos a un monte en Galilea. Ellos reconocen en  Jesús al hijo de Dios, y lo manifiestan postrándose delante de él. Aunque todavía algunos dudaban.

Jesús se les acerca en un gesto cariñoso hacia ellos, y les envía con el poder que ha recibido de su Padre, y con la asistencia del Espíritu Santo. “Vaya y hagan discípulos míos”. Es un mandato a salir de su instalación e inmovilidad en el que han estado sumidos, por el desánimo y el miedo. A ponerse en camino, a ser peregrinos como Jesús, haciendo de todos los que encuentren discípulos de mismo Señor, bautizándolos en el nombre de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Además de enseñar a los que conviertan en discípulos de Él, todo lo que ha enseñado en el evangelio. Por eso la Misión permanente de la Iglesia será la de anunciar el mensaje de salvación que Jesús trae a todos los pueblos y que toda la Iglesia peregrina está llamada a predicar.

La promesa de Jesús al final del texto que afirma que estará presente hasta el final de todos los tiempos juntos a sus discípulos, nos da la alegría y la esperanza de que el Señor no nos ha dejado solos, sino que la asistencia del Espíritu Santo prometido por Jesús, es el que lleva adelante la Misión de toda la Iglesia. Buen Domingo.

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