viernes, 14 de mayo de 2010

Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido


Hch 1,1-11; Sal 47(46),2-3.6-7.8-9; Ef 1,17-23; Lc 24,46-53

Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto.

Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto".

Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.

Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría,

y permanecían continuamente en el Templo bendiciendo a Dios.
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Este domingo celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor, con la narración del evangelista Lucas, que nos hace una bella presentación de estos últimos momentos de presencia "corporal" de Jesús entre los suyos.

Comienza con una última catequesis de Jesús a sus discípulos, a partir de lo que estaba escrito, les recuerda aquello de lo que han sido testigos: de su pasión, muerte y resurrección, y del anuncio a todas las naciones. Jesús ha llegado a Jerusalén y desde ahí envía a sus discípulos a evangelizar todo el mundo, y que empezarán con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, que celebraremos la próxima semana, y que Lucas presenta en su segundo libro: los Hechos de los Apóstoles, donde aparecen también el inicio de la misión de la Iglesia.

La presencia del Dios Uno y Trino en el texto es central e indicará el camino a seguir: "Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido", el Espíritu Santo es la promesa que los discípulos deben esperar para comenzar su misión, es la fuerza que deben recibir para poder ser verdaderos testigos del Resucitado.

La última estrofa del evangelio es una hermosa construcción que nos regala Lucas, enmarcada en la "bendición": Jesús llevándolos cerca de Betania los bendice alzando las manos, y es llevado al Cielo, estas son las acciones de Jesús, las últimas antes de partir. La reacción de los discípulos las encontramos en los dos últimos versículos: se postraron delante de él y se llenaron de alegría, lo primero es un reconocimiento a su divinidad, ya que hace referencia a la postración de adoración que sólo está reservada al Dios y Señor Altísimo (Lc 4,8); lo segundo, la "gran alegría", que al inicio del evangelio de Lucas se anunció a los pastores (Lc 2,10), se cumple ahora en los discípulos. Finalmente vuelven a Jerusalén para "bendecir" continuamente a Dios en el Templo, es la respuesta de los discípulos a la bendición del Dios-Hijo que han recibido y que cierra este último párrafo del evangelio de Lucas.

Así como los discípulos reciben la bendición del Señor, que también nosotros discípulos y misioneros de hoy podamos también sentirnos bendecidos y llamados por Dios, que nos sintamos acompañados por la fuerza de Jesús que trabaja en nosotros, que nos transforma y nos hace capaces de una vida de seguimiento a Él.

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