La puerta estrecha
Una curiosa pregunta inicia el evangelio dominical (Lc 13, 22-30), la hace un personaje anónimo que le pregunta a Jesús: ¿es verdad que son pocos los que se salvan?. La inquietud de esta persona tiene relación a quienes y cuantos son los que obtendrán la vida eterna. Jesus no responde directamente a la pregunta, sino que hace un llamado al cómo hay que salvarse: “Esfuercense por entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán”. Nos hace pensar en la respuesta de Jesús al joven rico: ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?, cumple los mandamientos le responde Jesús, pero luego agrega:”vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y después ven y sigueme”. Más que un derecho adquirido, tiene que ver con el cumplimiento generoso de los mandamientos de Dios, con el desapego de las cosas de este mundo y con el seguimiento del mismo Cristo.
No basta ser parte de un pueblo, de una raza, de una religión o del mero cumplimiento de normas y preceptos. Hay que esforzarse porque la puerta es estrecha. Pero sin las aspiraciones mundanas de ser los primeros, porque muchos de los que son primeros, serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
Hoy puede sonar fuerte y poco atractivo este lenguaje de esfuerzo y sacrificio, cuando muchas veces se busca el camino fácil y que tiene como meta sólo el éxito pasajero de este mundo. Traten de entrar por la puerta estrecha insiste Jesús en el evangelio de Mateo (Mt 7, 13-14): “entren por la puerta estrecha; porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. Que estrecha es la puerta, qué angosto el camino que lleva a la vida y son pocos los que dan con ella”. Tal vez aquí podría encontrar una respuesta aquel hombre que le pregunta a Jesús, sobre si son pocos los que se salvan.
Termino esta reflexion con algunos versos del salmo 1, que inicia todo el Salterio y que habla de la disyuntiva de los dos caminos que enfrenta el ser humano, el bien y el mal: “dichoso el que no acude a la reunión de los malvados […] será como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y no se marchita; en todo lo que hace, prospera […] porque el Señor se ocupa del camino de los justos, pero el camino de los malvados se disolverá”. Como en los últimos domingos, Jesús nos llama, pero en su llamado también nos recuerda las exigencias que se derivan del seguimiento del evangelio.
Excelente reflexión hermano.. Gracias Señor.
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