¿Qué hacer?
“Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, esta frase del libro del Qoehelet (o Eclesiastés) texto bíblico que se propone como primera lectura en la liturgia dominical, no deja de parecer una visión pesimista de la vida, más aún cuando el autor del libro insiste un poco más adelante: “por que un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo” Es por cierto una visión no muy positiva en relación a la vida y a la muerte. Sin embargo Jesús viene a darle un sentido distinto a esta disyuntiva de la vida.
En el evangelio de este domingo (Lc 12, 13-21), un hombre le solicita a Jesús que sea juez con su hermano por una herencia, y Jesús le responde: “¿quien me ha hecho juez o árbitro entre ustedes?”. Tal vez no era una cuestión de dificil solución, pero Jesús no quiere quedarse con los temas circuntanciales, sino que ir al fondo de las cosas. Por eso a partir de este requerimiento, aprovecha de hacer su enseñanza sobre el cuidado que hay que tener con la codicia, porque la vida de un hombre no está asegurada por su riquezas.
Entonces, fiel a su estilo, Jesús cuenta una parábola, esas pequeñas historias llenas de siginficado y de sabiduría: “Había un hombre rico que sus tierras habían producido mucho...y se preguntaba ¿qué voy a hacer?” y decide construir graneros grandes para tener y darse la buena vida. Pero el final es lapidario: “insensato, le dice Dios, esta misma noche se te pedirá tu vida, y ¿para quién quedará todo lo que has amontonado?”. Le falto sensatez a aquel hombre para mirar su vida con un sentido más amplio, generoso y abierto a la voluntad de Dios, y no quedarse centrado en sus riquezas. Lo importante termina diciendo Jesús: “es ser rico a los ojos de Dios”, haciendo su voluntad en nuestras vidas.
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