viernes, 17 de junio de 2011

El Dios de la Biblia, el Dios de la Trinidad


Evangelio según San Juan 3,16-18.

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
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A veces se trata de colocar a Dios como contrario al mundo, como un antagonista del ser humano y de su inteligencia, para otros Dios creó el mundo, pero luego ha sido abandonado a su suerte por este creador primero, o simplemente que Dios no existe y es una invención humana, para justificar fenómenos, o como refugio de personas débiles.

Aunque es cierto que los hombres desde los inicios de la humanidad, han pensado en dioses, y han buscado lo trascendente, y que muchas veces también podemos “hacernos” a un dios a nuestra imagen y semejanza, o a nuestra “pinta”, en función de nuestros intereses personales o de grupo, nuestra fe va más allá. El Dios revelado, es decir, el Dios de la Biblia, libro escrito por personas inspiradas por Dios, que cuentan los altos y bajos de un pueblo en su búsqueda de Dios, nos va descifrando en medio de sus vicisitudes humanas la verdad de Dios.

Es así como el culmen de la revelación será precisamente, la venida de Jesucristo, el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne. Dios ama tanto el mundo, que nos ha entregado a su propio Hijo, para que creyendo en Él tengamos Vida y Vida eterna. Esto es lo paradójico del Dios bíblico, que más que pedir sacrificios (que en religiones antiguas eran sangrientos), el mismo se entrega por sus fieles para que el mundo se salve por medio de Él.

Y no solamente llega hasta ahí nuestro Dios, sino que como hemos recordado la semana pasada, envía su santo Espíritu para que nos dé la fuerza y el aliento para cada día, y guíe a su Iglesia por los caminos de la verdad y del bien, para que sea un instrumento de salvación para la humanidad. Este es el misterio de la Santísima Trinidad que celebramos este domingo: el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, revelado en las Sagradas Escrituras.


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