viernes, 14 de junio de 2013

Jesús, maestro del perdón




Evangelio según San Lucas 7,36-50.8,1-3.


Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró en casa del fariseo y se reclinó en el sofá para comer.
En aquel pueblo había una mujer conocida como una pecadora; al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, tomó un frasco de perfume, se colocó detrás de él, a sus pies,
y se puso a llorar. Sus lágrimas empezaron a regar los pies de Jesús y ella trató de secarlos con su cabello. Luego le besaba los pies y derramaba sobre ellos el perfume.
Al ver esto el fariseo que lo había invitado, se dijo interiormente: «Si este hombre fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora, conocería a la mujer y lo que vale.»
Pero Jesús, tomando la palabra, le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.» Simón contestó: «Habla, Maestro.» Y Jesús le dijo:
«Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y el otro cincuenta.
Como no te nían con qué pagarle, les perdonó la deuda a ambos. ¿Cuál de los dos lo querrá más?»
Simón le contestó: «Pienso que aquel a quien le perdonó más.» Y Jesús le dijo: «Has juzgado bien.»
Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos.
Tú no me has recibido con un beso, pero ella, desde que entró, no ha dejado de cubrirme los pies de besos.
Tú no me ungiste la cabeza con aceite; ella, en cambio, ha derramado perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le quedan perdonados, por el mucho amor que ha manifestado. En cambio aquel al que se le perdona poco, demuestra poco amor.»
Jesús dijo después a la mujer: «Tus pecados te quedan perdonados».
Y los que estaban con él a la mesa empezaron a pensar: «¿Así que ahora pretende perdonar pecados?»
Pero de nuevo Jesús se dirigió a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»
Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce
y también algunas mujeres a las que había curado de espíritus malos o de enfermedades: María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios;
Juana, mujer de un administrador de Herodes, llamado Cuza; Susana, y varias otras que los atendían con sus propios recursos.
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El texto del evangelio de Lucas de este domingo (Lc 7,36-8,3), es uno de aquellos que nos reflejan con claridad y fuerza, el corazón de Jesús, y la propuesta que nos entrega para ser vivida por nosotros.

Nos muestra el poder del perdón misericordioso de Dios, especialmente hacia los pobres y despreciados por el mundo. En total consonancia con la lógica de Dios en toda la Escritura que siempre opta por los débiles y oprimidos.

Un fariseo invita a Jesús a cenar, un acto de cordialidad hacia una persona que se considera y se estima, aún cuando Simón, el fariseo, no realiza ninguna de las actitudes que se acostumbraban hacer a los invitados. Es una escena en que sólo deben estar varones que seguramente querían hablar sobre los grandes temas con el "maestro" (aunque lo más probable es que precisamente lo que quieren probar ellos era que Jesús no lo era). Es en este contexto que irrumpe una mujer -que no estaba invitada- a un lugar donde no debe estar, más aún que tiene fama en el pueblo de pecadora, y realiza una serie de acciones de adoración a Jesús: le lava los pies (con sus lágrimas), se los besa y unge con perfume. Es un hecho fuerte y desagradable seguramente para los demás comensales, pero que a la vez les da la oportunidad para "darse cuenta", que Jesús no es un profeta, según los criterios cerrados de su lógica del juicio.

El fariseo, cerrado en ésta lógica, no es capaz de entrar en relación ni con Jesús, ni con la mujer, a ambos los mira con cierto desprecio: a ella por pecadora, a él por no darse cuenta de que lo es, y por lo tanto ser un falso profeta. El pensamiento de Simón es de juicio hacia los demás, y de no-diálogo, por eso es que ni siquiera expresa aquello que está pensando, no se relaciona con los demás con verdad y sinceridad.

Jesús con una pequeña parábola, pone en confrontación la lógica del juicio de Simón la lógica del amor gratuito, y del perdón de Dios, que rompe con nuestras barreras egoístas y cerradas. El amor y el perdón van unidos. El amor arrepentido de la mujer al encontrarse con Jesús le da el perdón, pero Dios la ha amado primero. Ella ha actuado con sinceridad frente a este amor de Dios que ha sentido en ella y la ha impulsado a hacer lo que hizo, aún en contra de las tradiciones de su época. Sólo quien se despoja de las apariencias y vanidades de este mundo puede encontrar el amor que Dios tiene por cada uno.

Jesús ama a la mujer arrepentida, pero también a Simón, a quién le muestra el camino del Amor gratuito, de la compasión por los que sufren y los pecadores. Jesús busca que los seres humanos nos relacionemos con sinceridad y desde la verdad, por eso él no se cierra al diálogo con los demás. Enseña a Simón que debe traspasar las fronteras de su pequeño mundo de "justos" y abrir su corazón al Dios-Amor y a sus semejantes; a la mujer, a quien mira como persona y no por sus "pecados", también le habla con palabras de perdón. Jesús se relaciona desde la verdad con ambos, perdonando, enseñando, buscando restablecer la fraternidad querida por Dios.

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