jueves, 20 de octubre de 2016

La actitud en la oración

 

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 9-14


Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola:
Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas.

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.
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El texto de san Lucas de este domingo (Lc 18, 9-14) nos vuelve a  colocar en la temática de la oración, hace una semana el hincapié estaba en la perseverancia en la oración, en la parábola de este fin de semana Jesús pone la atención en la actitud que tenemos al orar.



Dos hombres subieron al Templo a orar: un fariseo y un publicano (reconocidos pecadores por cobrar impuestos para Roma). Ambos llegan a presentar su oración a Dios, y los dos centran la plegaria en sí mismos: uno, el fariseo en lo ”bien” que lo está haciendo, y el otro, el publicano, pidiendo piedad, porque se reconoce pecador.


Jesús cuenta la parábola refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, porque pensaban que por cumplir con el ayuno de dos veces por semana y pagar el diezmo ya podían considerarse mejor que los demás y despreciarlos. El fariseo de la parábola no sólo centra su oración en sí mismo, sino que mira en menos al publicano que se encontraba también en el Templo, en vez de tener compasión y pedir por él.

No podemos pensar que le publicano era mejor, de hecho era pecador y eso lo sabían todos, incluso él mismo. Pero Jesús valora a éste diciendo que vuelve a su casa justificado, y no así el fariseo. Esto por la actitud del publicano, el evangelio lo describe con tres gestos de humildad de este hombre: Primero se mantiene a distancia, tal vez por temor y por pensar que no es digno de acercarse; la segunda actitud es la de no animarse ni a mirar al Cielo, esto es muy significativo, ya que mirar al Cielo aún hoy es una actitud común entre los creyentes; por último se golpea el pecho en señal de arrepentimiento. Su oración, aunque centrada en él, busca al mismo tiempo la relación con Dios al pedirle su piedad, y al reconocerse pecador.

Termina el texto del evangelio, recordando que todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado. 

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