La alegría es una característica muy propia del cristiano, que
muchas veces parece perderse por la seriedad o la gravedad que los cristianos
colocan en su vida y celebraciones litúrgicas. Sin embargo ésta es uno de los
frutos del Espíritu Santo que san Pablo enumera en la carta a los gálatas
(5,22). El Papa Francisco ha querido recuperar en el primer documento de su
pontificado este vital aspecto de la vida cristiana: “La alegría del
Evangelio”.
Las lecturas de este domingo resaltan esto en la exclamación de
gozo del profeta Sofonías al anunciar la pronta liberación de la ciudad santa:
“Grita de alegría, hija de Sión, alégrate y regocíjate de todo corazón” (Sof
3,14). Para san Pablo será un imperativo que transmite a sus comunidades, como
lo hace este domingo con los filipenses: “alégrense siempre en el Señor, vuelvo
a insistir, alégrense”. La alegría de la que habla san Pablo está fundada en la
experiencia vital con Jesucristo. No es solamente estar alegre por nada, la
razón profunda de la alegría cristiana es Jesús. “el Señor está cerca”-continua
el apóstol- hace un llamado a la oración, a la súplica y a la acción de
gracias. Entonces la paz de Dios, tomará el cuidado de nuestros corazones,
concluye san Pablo.(Flp 4,4-7).
La alegría verdadera, que es el telón de fondo de este tercer
domingo Adviento (llamado Domingo Gaudete,
es decir de gozo), nos recuerda que la cercanía del Señor es la fuente de esta
alegría, pero que también pide de nosotros una vida humilde y honesta, que nos
haga vivir en paz en la espera del Señor. Juan Bautista en el evangelio
dominical (Lc 3, 2-3.10-18), recuerda a la gente de su tiempo que la mejor
forma de esperar al Mesías es el cambiar la vida, reconocer a Jesús como el
Señor y vivir en coherencia a esta fe.
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