Hace algunos meses en las parroquias y capillas se realizó una
encuesta entre la feligresía, en el contexto del Año Eucarístico. Entre muchas
otras cosas apareció, una vez más, el interés por conocer y saber más de la Biblia,
esto expresado a través de cursos, talleres o en la misma explicación en la
Misa. El pueblo cristiano necesita y desea conocer más la Palabra de Dios, para
encontrar en ella apoyo espiritual y un sentido a la vida, y no solamente
En la primera lectura de este domingo (Nehemías 8), el sacerdote
Esdras, trae el libro de la Ley y la lee ante el pueblo, estos se ponen de pie,
responden “amén” (mientras levantan las manos) y luego se inclinan ante el
Señor. Luego los Levitas leen la Ley e interpretaron el sentido de manera que
se comprendió la lectura. Ya en el Antiguo Testamento, se da importancia a una
correcta interpretación de los textos, que pasa por conocer también el contexto
histórico y cultural en que fueron escritos los textos. Dice el refrán: “un
texto sacado de contexto, es un pretexto”. La Ley, son los primeros cinco
libros de la Biblia, que conocemos como Pentateuco.
El evangelio dominical es el inicio del evangelio de Lucas (Lc
1,1-4) y el comienzo del ministerio de Jesús, en la sinagoga de Nazaret (Lc
4,14-21), donde lee al profeta Isaías y luego lo interpreta. Es muy interesante
leer el inicio del evangelio, porque nos ayuda a entender, que Lucas no fue un
testigo directo de los acontecimientos de Jesús, pero que quiere relatar todo
en forma ordenada, para que su destinatario (Teófilo) pueda conocer mejor las
enseñanzas del Señor. Reconoce también, que muchos otros también lo han
intentado. Esta introducción Lucas la repite en su segundo libro: Hechos de los
Apóstoles, en donde si va a ser testigo directo en buena parte de él.
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