La
Iglesia celebra por cincuenta días la alegría de la Resurrección de Cristo, y en el quinto domingo de este tiempo llamado pascual, las
lecturas de la liturgia dominical nos recuerdan por una parte como la Iglesia
de Cristo en sus orígenes sufre sus primeras crisis de crecimiento (Hch 6,
1-7). El problema se suscitaba por el aumento de discípulos, con las dificultades
que esto conllevaba para una mejor organización. Los Apóstoles, inspirados por el
Espíritu Santo, encuentran la solución buscando un grupo de hombres justos y de
buena fama e imponen las manos sobre los primeros diáconos que trabajarían para
un mejor servicio eclesial, del Pueblo de Dios como expresa san Pedro en la
segunda lectura de hoy (1P 2, 4-10), la Iglesia es por sobre todo el Pueblo de
Dios, piedras vivas, edificados como una casa espiritual, para alcanzar la
misericordia de Dios.
El
evangelista Juan (Jn 14, 1-12), coloca un dialogo de Jesús con sus discípulos,
sobre las promesas eternas prometidas por Él. Cristo nos prepara un lugar en la
Casa de su Padre, y él nos preparará el camino. Dos de sus discípulos
manifiestan inquietudes. Tomás se pregunta como llegar a ese lugar de la
promesa, sino conoce el camino, la respuesta de Jesús es clarificadora y
consoladora: “Yo soy el Camino”. Por su parte Felipe dice que se conforma con
ver al Padre, la respuesta de Jesús nos da entender que el Hijo y el Padre son
de la misma naturaleza: “El que me ha visto, ha visto al Padre”. El Padre y el
Hijo son una misma cosa, y sus obras son las mismas. Jesús espera sólo una
respuesta de fe de sus discípulos.
Que
nuestra Iglesia sepa crecer en los diferentes servicios
y ministerios para un verdadero crecimiento en la verdadera fe en Jesucristo su
Pastor.
Que lindo Padre, tanto tiempo que no veía su blog.
ResponderEliminarLo estoy compartiendo con mis amigos del Diploma, la semana pasada comenzamos con Eclesiología. Muy ad oc.
Maravilloso Padre, qué alegría leerlo.
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