viernes, 16 de septiembre de 2011

Los últimos serán los primeros


Evangelio según San Mateo 20,1-16a.

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.

Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'. El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".
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Estamos como sociedad, tanto mundial como nacional, pasando por un momento histórico muy importante, y que debemos ver como una gran oportunidad de lograr las transformaciones políticas, económicas y sociales que necesitamos. Un sentimiento de impotencia surge al comprobar, los niveles de injusticia y desigualdad en que vivimos: ¿Es posible que lo más pobres, (y los que no lo son tanto), deban esperar una mano generosa que los ayude?, no pudiendo ejercer dignamente sus derechos humanos más fundamentales (salud, educación, vivienda digna, buena alimentación, etc). En una sociedad donde la competencia por ser los primeros, muchas veces en desmedro de los demás, fomenta el egoísmo y el individualismo, sostenido por un modelo económico visto por muchos como inamovible y por lo tanto como un ídolo. Nos preguntamos: ¿qué nos dice nuestra fe?, ¿qué hacemos como cristianos en la transformación de una sociedad más justa y fraterna?. ¿Podemos contentarnos solamente con acciones de caridad? (siendo buenas y necesarias éstas también): ¿qué diría Jesús?.

En el evangelio de este domingo, la parábola que Jesús cuenta de los trabajadores que van a trabajar en diferentes horarios, pero que reciben la misma paga, nos habla de cómo es la mirada del Dios ante el trabajo humano, una mirada equitativa, que no mira al ser humano como mercancía, agente de producción o un consumidor, sino que como persona e hijo de Dios. Que busca que los seres humanos nos miremos como hermanos y no como enemigos, donde las bases de la sociedad no estén sustentadas en lo económico, sino en la dignidad de la persona. Por eso que Jesús al inicio y al final de la parábola repite: “los últimos serán los primeros y los primeros serán últimos”. Esto significa atrevernos a cambiar nuestra visón de la realidad, viendo en los pobres y oprimidos a los privilegiados de Dios, y buscar para todos la justicia y la paz.


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