Nos sacuden las noticias que afectan a la Iglesia, abusos,
encubrimientos y delitos, que a muchos dejan perplejos, a otros desaniman y a
otros entristecen. Todo esto hace suscitar a muchos la pregunta por la Iglesia:
¿para qué una Iglesia?, ¿es necesario tener intermediarios para llegar a Dios?.
En perspectiva a futuro, nos podemos preguntar también: ¿qué Iglesia queremos
para Chile?.
Los textos de la Escritura nos iluminan en nuestra reflexión
eclesial de este domingo. Por una parte el testimonio del profeta Amós (Am 7,
12-15), que reconoce que no es un profeta de “profesión” o por “tradición”,
sino que la iniciativa ha sido de Dios, quien lo ha sacado desde detrás del
rebaño y lo envía a profetizar a su pueblo. Dios mismo es quien elige a
personas para una misión, y éstos deben ser fieles a la misión encomendada por
Él.
Jesús elige a doce de entre sus discípulos, para enviarlos a
predicar la conversión, para vencer a los espíritus impuros, para sanar a los
enfermos. Jesús los envía con poder sobre el mal, porque la fuerza del
discípulo está en Dios, y no en las cosas, ni en las seguridades humanas. La
Iglesia debe colocar su confianza en la Gracia de Cristo, que ha sido derramada
en nosotros y que nos da sabiduría y entendimiento (Ef 1,8), y colocarse a
caminar humildemente junto al pueblo de Dios que peregrina en Chile,
compartiendo sus alegrías, luchas y esperanzas.
Sólo tenemos que seguir haciendo nuestro camino, con los ojos muy abiertos y el corazón muy disponible para escuchar y recibir la palabra de DIOS, solo eso nos hará seguir por el camino adecuado.
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