sábado, 16 de enero de 2010

Hagan todo lo que él les diga


Lecturas: Is 62, 1-5; Sal 96(95),1-3.7-8.9-10; 1Cor 12, 4-11; Jn 2, 1-11

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.
Jesús también fue invitado con sus discípulos.
Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino".
Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía".
Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga".
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.
Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde.
"Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo
y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento".
Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
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Nos encontramos con un relato del evangelio de Juan, que aparece como el primer signo hecho por Jesús delante de sus discípulos, con el que manifestó su gloria, y con el cual creyeron en él.

Este primer signo acontece dentro de un contexto de un matrimonio, con particulares características en la narración: no aparecen nombrados los protagonistas, los novios. Solamente una referencia al novio al final, quien tampoco habla. Ante esto, el evangelista coloca a Jesús y María como protagonistas del relato. María es en la fe de la Iglesia, modelo de discípula y de fe, ella es también imagen de la Iglesia-esposa, que acoge la Palabra de Dios. María aparece como intercesora de las necesidades de la humanidad: "no tienen vino", es además quien dice a los sirvientes: "hagan todo lo que él les diga", ella da la orientación a nosotros discípulos de Jesús a estar atentos a las palabras del Señor y hacer aquello que nos pida.

Jesús entonces realiza el milagro de la transformación del agua en vino, el vino es el signo de la Alianza de Dios con su pueblo, es la alianza nueva y eterna que celebramos en cada Eucaristía. Estaba el agua, también los sirvientes para llevarla, sólo se necesita de quien trasforme esta agua en vino, aquel que es la esperanza para la humanidad, por eso Jesús es nuestra esperanza el agua que da vida, el vino que nos trae la alegría. Jesús es el novio desde este punto de vista, no de las bodas que se realizaban en ese día, sino de la alianza de Dios con su pueblo y será con su Sangre que la sellará cuando llegué su "hora". Por eso este milagro es signo también de la "hora" de Jesús en la cruz, donde entregará su vida por nuestra salvación.

Que en este día en que el evangelio, de la mano de María, no recuerda la importancia de estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos tengamos presentes especialmente a aquellos que más sufren. Particularmente en estos días a nuestros hermanos de Haití, que podamos tenerlos presentes en nuestra oración, como también en nuestra solidaridad concreta y eficaz.

Feliz domingo, con Haití en el corazón.






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