Hace una semana atrás celebrábamos en toda la Iglesia, la fiesta
más importante para los cristianos: la Pascua de Resurrección, la victoria de
Jesús sobre la muerte. La luz del Cirio Pascual que iluminaba la noche de la
Vigilia, simboliza a Jesús que muerto en la cruz es resucitado por Dios Padre.
Así como muchos celebramos esta solemne Liturgia en las parroquias de nuestra
ciudad y en Chile, a miles de kilómetros de aquí y mientras festejaban al
Resucitado, hermanos y hermanas de Sri Lanka murieron en un despiadado e
inhumano atentado terrorista. Cristianos, católicos y evangélicos, murieron por
profesar su fe.
La banda delictual del mal llamado estado islámico se adjudicó el
atentado, según ellos para vengar la muerte de un grupo de musulmanes en Nueva
Zelanda, a manos de un terrorista australiano, hace algunas semanas. ¿Qué culpa
tienen esos cristianos de Sri Lanka de lo que pasó en Nueva Zelanda?, No creo
que esté en el corazón de los familiares de las víctimas de Nueva Zelanda dañar
a otras personas en otro lugar del mundo. El ser humano busca la paz, y la
verdadera religión (re-ligare; es decir, unión con Dios), busca precisamente
esto. Para nosotros esa plenitud ha llegado en Cristo, pero en la búsqueda de
la paz y del cuidado de la casa común, nos unimos a todas las religiones y
credos como lo ha pedido y ha hecho el Papa Francisco y sus antecesores.
La muerte de los mártires de Sri Lanka no es en vano, es una
Victoria de la fe en Cristo Resucitado, que ha venido a dar Vida en abundancia,
la Iglesia se fortalece por el testimonio de sus mártires, que han derramado su
sangre en su martirio. Oremos por nuestros hermanos que son perseguidos por ser
cristianos en muchos lugares del mundo, para que Dios le de fortaleza y
perseverancia.
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