Is 49,3.5-6; Sal 40,2.4.7-8.9.10; 1Cor 1,1-3; Jn 1,29-34.
______________________________________________________________________
Comienza con este domingo el así llamado tiempo ordinario en la liturgia de la Iglesia, es decir el tiempo normal que no está asociado a los grandes acontecimientos del cristianismo a saber: La Pascua de Resurrección y la Navidad. El tiempo ordinario lo podemos distinguir en los ornamentos verdes que los sacerdotes y diáconos usamos en este tiempo.
El evangelio de Juan de este domingo se enlaza, sin embargo con el del domingo anterior sobre el bautismo de Jesús. Juan Bautista ve a Jesús y lo saca de su anonimato al llamarlo “Cordero de Dios”, lo presenta como aquel Cordero Pascual que los judíos comían conmemorando la salida de Egipto, y al cual no se le quebraba ningún hueso, como se dice de Jesús, tras su muerte en el mismo evangelio de Juan (19,36). Esto se conoce como una inclusión literaria, es decir una frase o idea que se dice al inicio y al final del texto y que tiene por lo tanto una importancia en el desarrollo del evangelio y de su protagonista: Jesús.
En un segundo momento de la escena bíblica de este domingo, Juan Bautista nos devela algo de su propia experiencia de Dios, en relación a este Cordero de Dios que él ha reconocido en Jesús de Nazaret. Habla de Aquel que lo ha enviado a bautizar y que le ha dicho que sobre quien vea descender el Espírirtu Santo y permanecer sobre él, será aquel que bautizará en el Espíritu Santo.
Queda en evidencia la unión de Dios con Juan, que le comunica estos mensajes, pero queda aún más claro la íntima unión de Jesús con Dios Padre, que le envía su Espíritu. Juan Bautista es un hombre de profunda fe y de oración, que se ha dejado conducir por Dios y ha seguido su voluntad, es por esto que ha podido descubrir la presencia del Espíritu cuando ha llegado Jesús. Pero aún más Juan se transforma para nosotros en un ejemplo cuando se transforma en testigo de Jesús. El dice lo que ha visto y da testimonio de Él, declarando que es el Hijo de Dios.
Hoy más que nunca la Iglesia y la sociedad están necesitadas de testigos verdaderos que sepan anunciar la paz y la justicia, denunciando la mentira y la falsedad. Oremos para que convertidos en lo más profundo de nuestro ser podamos testimoniar a Cristo en nuestros ambientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario