Monseñor Juan Barros debiera renunciar
- Publicado el Lunes, 16 Marzo 2015 10:08
En primer lugar, porque no se ha tomado
suficientemente en cuenta el hecho de que esté comprometido en las
acusaciones de abusos realizadas en contra de Fernando Karadima; y, por
tanto, su nombramiento no está en sintonía con la tolerancia cero que
está queriendo instalar la Iglesia.
En segundo lugar, porque parece haber
sido una decisión llevada adelante en solitario por el Nuncio
Apostólico, sin el respaldo de la mayoría de los obispos de Chile.
Cuesta entender cómo es posible que todavía se den este tipo de
mecanismos, que llevan a una decisión con tan poco respaldo. Hay aquí
algo disonante, que “desafina” en relación a los últimos nombramientos
episcopales, que nos han parecido muy en la línea de lo que quiere el
Papa Francisco. Nos cuesta creer que él confirmase este nombramiento si
hubiese tenido todos los antecedentes sobre la mesa.
El Nuncio Apostólico, en comunicado del
14 de marzo, ha invitado a la diócesis de Osorno a prepararse para
recibir a Monseñor Juan Barros, dando así una señal de comunión con el
Papa y con el nuevo obispo. Pero a menudo se olvida que la comunión que
estamos llamados a vivir en la Iglesia no es solo del pueblo de Dios
para con la jerarquía eclesiástica, sino también en el sentido
contrario: de la jerarquía eclesiástica para con el pueblo de Dios. Un
potente signo de comunión eclesial sería que el obispo renunciase, en
virtud de lo señalado en el canon 401,2 del código de derecho canónico: Se
ruega encarecidamente al Obispo diocesano que presente la renuncia de
su oficio si por enfermedad u otra causa grave quedase disminuida su
capacidad para desempeñarlo. Sería un signo claro de una Iglesia en
la que queremos servirnos los unos a los otros, escucharnos los unos a
los otros, guiarnos los unos a los otros.
Tenemos que tomar en serio el hecho de
tener un pueblo de Dios más empoderado. El Papa nos ha llamado a hablar
con “parresía” (con libertad, sin miedo) y, por eso, las consecuencias
de la llegada de Monseñor Juan Barros a la diócesis de Osorno pueden ser
gravísimas, para él mismo y para la Iglesia.
Hay un momento en que los incendios son
controlables: basta con dos o tres compañías de bomberos. Por eso es
clave que quienes llegan primero al lugar evalúen la correcta dimensión
de la emergencia. Si se equivocan, lo que parecía un pequeño incendio se
transformará en una catástrofe con pérdidas irreparables. Que la
sabiduría aprendida de nuestras catástrofes naturales nos ayude a evitar
las catástrofes eclesiales.
Alex Vigueras ss.cc.
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