El evangelio de este domingo nos traen las bienaventuranzas (Lc 6,
20-26), pero en la versión del evangelista san Lucas que tiene una diferencia
con la tradición de san Mateo (Mt 5), ya que junto con anunciar que serán
felices (los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los que son
perseguidos por la causa de Jesús), también aparecen advertencias precedidas
con un “ay de ustedes” a (los ricos, los satisfechos, los que ahora ríen,
cuando los elogien).
Este es un lenguaje duro, y que para muchos puede ser
incomprensible. El mensaje de Jesús es un mensaje “contracorriente”, que para
muchos puede ser interpretado como revolucionario incluso. La mirada del
evangelio nos invita a ver el mundo, la historia y la realidad desde una
perspectiva distinta. Desde el pobre, desde el que sufre, desde el que muchas
veces no tiene protagonismo ni “pantalla”, ésta es la opción de Jesús, la
opción de Dios a lo largo de toda la Escritura y de la historia. Ya lo decía el
profeta Jeremías en la primera lectura de este domingo: ”Bendito el que confía
en el Señor y en Él tiene puesta su confianza”(Jer 17,7). Nosotros hemos puesto
nuestra esperanza en Cristo-recalca san Pablo- porque Él ha resucitado de entre
los muertos, el primero de todos (1Cor 15, 19-20).
Las bienaventuranzas son un llamado a la esperanza para todos
aquellos que sufren, lloran, y padecen, de que Dios está de su parte y a su vez
es un llamado a la solidaridad y a la compasión para quienes podemos ayudar a
los demás a llevar su cruz. La fraternidad y la paz llevan a la vivencia del
las bienaventuranzas evangélicas, haciendo realidad el Reino anunciado por
Jesús, y nos invitan a mirar el mundo desde los ojos de Jesús.
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