viernes, 5 de marzo de 2021

La Casa de Dios


El texto del evangelio de Juan (2,13-25) que se nos propone por la liturgia para este tercer domingo de Cuaresma, es conocido como la purificación del Templo, es decir, cuando el Señor expulsó del Templo de Jerusalén a los mercaderes, y cambistas de dinero.

Se acercaba la fiesta de la Pascua, cuando Jesús llega a Jerusalén y descubre que el Templo, lugar destinado a la Oración y al Culto a Dios, pero que ellos lo habían profanado introduciendo una serie de practicas que alejaban del principal motivo que llevaba a la gente a acudir al Templo, Jesús se enfurece. El reclamo de Jesús es de que la Casa de su Padre es casa de oración y no para hacer de la oración un negocio, y por eso actúa con violencia. Todo esto era porque la ofrenda que debían entregar al Templo no podía ser con monedas de los romanos, sino con una especial para hacer la ofrenda, y eso explicaba los cambistas en el Templo. Por otra parte la venta de los animales, era porque ahí lo adquirían los peregrinos que luego los ofrecían en el Altar. Sin embargo todo eso había cobrado mucha importancia, transformándose en lo principal, al punto de perderse el objetivo principal del Templo: la Oración.

Los discípulos hacen memoria de la Palabra de Dios en el Antiguo Testamento: “el celo por tu casa me consumirá”, de manera que en Jesús se cumple la Palabra profética. Y un poco más adelante ante la pregunta de la gente de por qué hacía eso, Jesús les responderá: “destruyan este Templo, y yo en tres días lo volveré a levantar”, los discípulos recordarán –después de la resurrección- estas palabras, reconociendo que ya no es el Templo de Jerusalén el lugar donde habita Dios, sino que es el Cuerpo de Cristo: cuerpo místico que es su Iglesia, de la cual Cristo es la cabeza, y en el Cuerpo sacramental de Jesús en la Eucaristía de la cual vive la Iglesia. Por esto para nosotros cobran importancia nuestros templos y capillas, porque ahí nos encontramos con Dios en la Eucaristía y con la comunidad que es la Iglesia viva. Tendremos que esperar aún un tiempo con responsabilidad para retornar a nuestras iglesias. ”Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza”.


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