sábado, 11 de junio de 2016

El alegre anuncio del Perdón



El texto del evangelio de Lucas (7, 36-8,3) que se nos presenta para este domingo, es uno de aquellos que nos reflejan con claridad y fuerza el corazón de Jesús.

Un fariseo invita a Jesús a cenar, un acto de cordialidad hacia una persona que se considera y se estima, aún cuando Simón, el fariseo, no realiza ninguna de las actitudes que se acostumbraban hacer a los invitados. Es una escena en que sólo deben estar varones que seguramente querían hablar sobre grandes problemas teológicos con el "maestro" (aunque lo más probable es que precisamente lo que quieren probar ellos era que Jesús no lo era). Es en este contexto que irrumpe una mujer -que no estaba invitada- a un lugar donde no debe estar, más aún que tiene fama en el pueblo de “pecadora”, y realiza una serie de acciones de adoración a Jesús: le lava los pies (con sus lágrimas), se los besa y unge con perfume. Es un hecho fuerte y desagradable seguramente para los demás comensales, pero que a la vez les da la oportunidad para "darse cuenta" que Jesús no es un profeta, según los criterios cerrados de su lógica del juicio.

El fariseo, cerrado en ésta lógica, no es capaz de entrar en relación ni con Jesús, ni con la mujer, a ambos los mira con cierto desprecio: a ella por pecadora, a él por no darse cuenta de que lo es, y por lo tanto ser un falso profeta. El pensamiento del fariseo es de juicio hacia los demás, y de no-diálogo, por eso es que ni siquiera expresa aquello que está pensando, no se relaciona con los demás con verdad y sinceridad.

Jesús con una pequeña parábola, pone en confrontación a la lógica del juicio farisaico, la lógica del amor gratuito y del perdón de Dios, que rompe con nuestras barreras egoístas y cerradas. El amor y el perdón van unidos. El amor arrepentido de la mujer al encontrarse con Jesús le da el perdón, pero Dios la ha amado primero. Ella ha actuado con sinceridad frente a este amor de Dios que ha sentido en ella y la ha impulsado a hacer lo que hizo, aún en contra de las tradiciones de su época. Sólo quien se despoja de las apariencias y vanidades de este mundo puede encontrar el amor que Dios tiene por cada uno.

Jesús ama a la mujer arrepentida, pero también a Simón, el fariseo, a quién le muestra el camino del Amor gratuito, de la compasión por los que sufren y los pecadores. Jesús busca que los seres humanos nos relacionemos con sinceridad y desde la verdad, por eso él no se cierra al diálogo con los demás. Por una parte, enseña al fariseo que debe traspasar las fronteras de su pequeño mundo de "justos" y abrir su corazón al Dios-Amor y a sus semejantes; Por otra parte, a la mujer, a quien mira como persona y no por sus "pecados", le habla con palabras de perdón. Jesús se relaciona desde la verdad con ambos, perdonando, enseñando, buscando restablecer la fraternidad querida por Dios.


Que la experiencia con el Dios Misericordioso que nos muestra Jesús, y que queremos reforzar en este año Jubilar de la Misericordia, nos ayude a ser también nosotros “Misericordiosos como el Padre”.

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