sábado, 25 de abril de 2020

Nuestro Emaús


Este domingo la Liturgia de Pascua nos trae el texto de los Peregrinos de Emaús (Lc 24,13-35), un relato conocido, entre otras cosas por la conocida canción del mismo nombre del venerable Padre Esteban Gumucio. Un relato que es propio del evangelio de Lucas y que nos narra la historia de un par de discípulos de Jesús que caminan desde Jerusalén a Emaús, y a quienes el mismo Señor resucitado se le aparece en el camino y comienza a caminar con ellos, ellos no lo reconocen y le cuentan su tristeza y frustración porque Jesús Nazareno, “un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo” había sido condenado y crucificado. Tres días habían pasado de esto y aunque algunas mujeres les habían sobresaltado diciendo que el sepulcro estaba vacío y que no habían encontrado el cuerpo de Jesús y que unos ángeles les habían dicho que Él estaba Vivo, ellos no lo creían y regresaban desesperanzados a su pueblo.

Jesús los reprende por su dureza de corazón y de entendimiento, y les explica las Escrituras, desde Moisés hasta los profetas, sobre como el Mesías debía padecer para entrar en la Gloria. Ellos le piden al peregrino del camino que se quede con ellos esa tarde. Al sentarse a la mesa, pronuncia la bendición sobre el Pan, lo parte y se los da. Entonces ellos lo reconocen. Y se recuerdan como les ardía el corazón mientras les explicaba las Escrituras en el camino. Animados por haber reconocido al Señor, deshacen el camino y vuelven a Jerusalén y cuentan a los Apóstoles todo lo que les había pasado. Los apóstoles les reafirman en su fe diciéndoles: “Es verdad, el Señor ha resucitado y se apareció a Simón Pedro”.

El reconocer que Jesús está vivo, porque ha resucitado, es el núcleo central de nuestra fe. Los discípulos de Emaús lo reconocen en su camino de Emaús, camino que representa la vida misma con sus esperanzas y tristezas, con sus alegrías y angustias. También hoy Jesús nos acompaña en nuestro caminar. Lo reconocemos también en las Escrituras y en la fracción del Pan. Aunque no podamos vivir presencialmente la Eucaristía (Misa), lo reconocemos al profundizar nuestra fe, en la lectura bíblica y en la comunión espiritual.

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