Con este domingo de Pascua de Resurrección culmina la Semana Santa, que tiene su culmen en lo que conocemos como Triduo Pascual (desde el jueves santo a la Vigilia Pascual del sábado). Esta semana, sin embargo no hemos tenido la tradicional Misa del Lavatorio de pies, el día jueves, ni hemos visto pasar los Vía Crucis por las calles de nuestras ciudades y poblaciones. Tampoco las comunidades se han reunido en la Víspera del domingo a esperar la Resurrección de Jesús.
Y sin embargo, Cristo resucitó. El anunció primero de la evangelización de los discípulos y de sus primeras comunidades resuena todavía hoy. San Pedro lo expresa en una de sus primeras catequesis:” Dios ungió a Jesús de Nazaret con Espíritu Santo y poder[…] le dieron muerte colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día” (Hechos 10, 38.40). Para los discípulos no existían obstáculos para llevar el anuncio de Jesús a los demás. Con esta misma convicción, san Pablo al animar a sus comunidades, los invita a que “si han resucitado con Cristo, busquen los bienes del Cielo[...]porque ustedes están muertos y su vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3,2-3). Tampoco para nosotros hoy, discípulos y discípulas de Jesús, existen obstáculos para el anuncio del Evangelio, el hecho de no reunirnos en los Templos es señal de nuestra responsabilidad y compromiso en la sociedad en la que estamos insertos, no de decaimiento de nuestra fuerza evangelizadora.
Ante la contingencia que vivimos como humanidad, la fuerza de nuestra fe y la esperanza que nos anima, nos lleva a seguir testimoniando con nuestra vida la presencia de Jesús resucitado en medio de nuestras comunidades y en la sociedad de hoy, que este sea un tiempo para entrar en nosotros para encontrarnos con Dios y con el sentido más profundo de nuestras vidas y de nuestra fe, que es Cristo Resucitado.
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