sábado, 27 de junio de 2020

Tomar la cruz


El evangelio del domingo pasado planteaba las alternativas de optar por el seguimiento de Jesús o no. A la vez que era una invitación a no tener miedo, por sobre todo se refería a no tener miedo a dar de testimonio de Jesús. Advertía sobre la importancia de reconocerlo ante todos. Pero el camino de seguimiento de Jesús nos impulsa a convicciones profundas en nuestra vida, los valores del Reino de Dios: justicia, paz, verdad y amor. Sin embargo el camino de Jesús, está marcado por la Cruz, como nos recuerda el evangelio de este domingo (Mt 10, 37-42): “Quien no tome su cruz para seguirme, no es digno de mí”. La cruz es condición ineludible en el seguimiento de  Cristo. El discípulo deberá tomar la cruz como signo de compromiso en el cual se arriesga a perder la propia vida por esta causa.

La adhesión al proyecto de Jesús, exige tener la convicción de luchar por la justicia en favor de los que sufren, en especial por los más desfavorecidos. Muchas veces recordar el mensaje de Jesús, puede incomodar y molestar a quienes han normalizado la miseria y la injusticia. En los tiempos que vivimos han quedado en evidencia muchos flagelos que estaban presentes en nuestra sociedad: inequidades, injusticias, desigualdades y miserias. Nuestra misión de cristianos, sin embargo no puede quedar en la mera denuncia, sino que hacernos parte de la solución. Creando, participando y colaborando en tantas iniciativas solidarias y de promoción humana.

También es un llamado a mantener viva la esperanza, y a no decaer en este duro tiempo que nos toca vivir, y como nos ha recordado la Iglesia “no nos salvamos solos”, es el tiempo del redescubrir el valor de la comunidad, a pesar del distanciamiento. La cruz nos evoca el sufrimiento y la muerte, pero san Pablo nos recuerda que “Cristo resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva” (Romanos 6,4).


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